Pyxis Comunicación
07 de agosto de 2020
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Sebastián García, co-fundador de IDATHA, nos comparte una nueva entrada en su blog con una analogía del movimiento ludita en plena Revolución industrial, donde trabajadores se organizaron con el objetivo de destruir las máquinas que amenazaban sus puestos laborales y un fenómeno actual al que cataloga de Neoludismo del siglo XXI donde hay quienes pretenden frenar todo avance y aplicación tecnológica, sosteniendo sus argumentos, tal como si fuera un dogma.
«Un razonamiento teñido de ideología política, presentación de un futuro con absoluta falta de libertades individuales y una profunda ausencia de sustento técnico, es lo que prevalece en este nuevo Neoludismo», opina Sebastián. Esta lógica, agrega, siembra desconfianza en el público y un reflejo automático de resistencia a la aplicación de tecnologías, que eventualmente podrían beneficiar a las sociedades en medio de esta pandemia.
Para saber más, los invitamos a seguir a Sebastián en su blog en Medium y conocer sus valiosos aportes haciendo clic aquí.
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Durante la Revolución Industrial, en Reino Unido, los trabajadores textiles temían por sus puestos laborales. Los telares industriales y las máquinas de hilar se presentaban como sustitutos de los artesanos. Bastaría con obreros pocos calificados para operarlos, factor que redundaría en una notoria disminución salarial.
Entre 1811 y 1816, los Luditas se organizaron con el objetivo de destruir las máquinas que amenazaban sus puestos laborales, enfrentándose incluso con el ejército británico. La lógica ludita era simple. La destrucción de sus puestos laborales era de orden superior a cualquier beneficio económico que pudiera percibir la sociedad, producto de la reducción de costos en la producción de los tejidos. Vamos a volver sobre este punto más adelante.
La pandemia asociada al Covid-19 funcionó como catalizador para el desarrollo de tecnologías y procesos, tal como si fuera la carrera espacial o un conflicto bélico. La velocidad de propagación del virus puso a trabajar a contrarreloj a una variedad de especialidades científicas. No solo es necesario desarrollar vacunas, también se requiere evitar que colapsen los sistemas de salud, mientras ésta no esté preparada para su aplicación masiva.
Los países han adoptado diferentes medidas, desde la más absoluta displicencia, hasta estrictas cuarentenas de carácter obligatorio. Los impactos en la salud de la población, tanto físicas como psicológicas, no se han hecho esperar. El confinamiento y el inesperado impacto económico está haciendo estragos en millones de seres humanos.
Los gobiernos de todo el mundo han puesto la mira en las tecnologías de la información, como una herramienta que le permita a la humanidad transitar este camino de la forma menos dolorosa y mas rápida posible. Es válido afirmar, que ésta es la primera pandemia en la historia que encuentra a la humanidad con tan alto grado de desarrollo tecnológico.
Los medios de prensa han llenado sus espacios de información vinculada a la pandemia. Esto parece atraer al público, generando una honda contradicción. El rating en radio y tv aumenta, lo mismo con los clics en medios digitales, sin embargo caen los ingresos por la falta de auspiciantes. Cruda expresión de un violento efecto dominó. En estos espacios, ofrecido a políticos, médicos, científicos, sociólogos, filósofos, politólogos, economistas, pacientes recuperados y público en general, ha comenzado a aflorar un efecto poco visible, un Neoludismo del siglo XXI. Movimiento, no organizado, que pretende frenar todo avance y aplicación tecnológica, sosteniendo sus argumentos, tal como si fuera un dogma. Su análisis parece sustentarse en la protección de los datos de las personas, la defensa de su privacidad y la soberanía de las naciones. Todos objetivos loables y que merecen el análisis más sólido y serio posible. Pero cuando son observados desde una óptica arbitrariamente distorsionada, en un contexto de emergencia sanitaria, se convierten en un peligroso enemigo de la salud pública.
Un razonamiento teñido de ideología política, presentación de un futuro con absoluta falta de libertades individuales y una profunda ausencia de sustento técnico, es lo que prevalece en este nuevo Neoludismo. Nuevas figuras buscan convertirse en referentes mediáticos, una sabrosa miel, a costa de impactar en la salud de la población, sembrando falsos conceptos y fake news. La lógica es simple. Negación a la aplicación de tecnologías que puedan amenazar la privacidad de las personas. En general no hay sustento técnico, sino comparaciones excesivamente superficiales con experiencias similares, que demostraron no respetar ninguna regulación sobre el uso de datos personales. Esta lógica, siembra desconfianza en el público y un reflejo automático de resistencia a la aplicación de tecnologías, que eventualmente podrían beneficiar a las sociedades en medio de esta pandemia.
La aplicación de soluciones de Digital Contact Tracing, procesamiento de imágenes para alertar a la población sobre espacios públicos que debe evitarse para no generar aglomeraciones, sistemas de alertas que permitan avisar a la población cuando deben de aplicar el uso de tapaboca, soluciones de asistencia para médicos, son solo algunos ejemplos. Todos ellos son abordados como una amenaza, como una copia de aplicaciones llevadas a cabo en países que no respetan la privacidad de sus ciudadanos. Se recurre al miedo, poniendo la mira sobre el enemigo incorrecto, que en muchos casos no es mas que una construcción fantasiosa, basada en perspectivas importadas de otras culturas. Un miedo no muy diferente al de los Luditas de hace dos siglos.
Las sociedades siempre deben de aplicar un espíritu crítico, que le permitan analizar objetivamente el impacto de las nuevas tecnologías y sus aplicaciones. Todo análisis nunca debe de carecer de objetividad, estudio serio desde diversos puntos de vista y sensibilidad social. Cuando alguno de estos elementos se ausenta, el resultado del análisis es miope y su difusión irresponsable.
“Los hombres aman los razonamientos abstractos y las sistematizaciones bien elaboradas, al punto de que no les molesta deformar la verdad; cierran los ojos y los oídos a todas las pruebas que los contradicen con tal de sustentar sus construcciones lógicas.”, Fiódor Dostoievski
Pyxis Comunicación
07 de agosto de 2020